jueves, 24 de abril de 2014

"Las tres cuartas partes de las miserias y malos entendidos en el mundo terminarían si las personas se pusieran en los zapatos de sus adversarios y entendieran su punto de vista." Mahatma Gandhi.


La empatía es una habilidad social que se comienza a desarrollar desde la infancia. La correcta educación emocional de los padres es clave en el buen desarrollo de ésta habilidad.
Ignorar las emociones de un niño o hacer que las reprima, (“deja de llorar”, “no te pongas así”, “no te rías tanto”, “los niños no lloran”…) hará que el niño aprenda a ignorar sus sentimientos y los de los demás.
En cambio, si se le atiende y se les regula emocionalmente, aprenderán a reconocer y gestionar sus propias emociones y las de los demás, dándose así los primeros pasos para el inicio del desarrollo de la capacidad empática.

Centrándonos en el contexto de las relaciones interpersonales, la empatía sería la capacidad de ponerse en el lugar del otro. Esto es, darse cuenta de que las demás personas tienen creencias, deseos, emociones o intenciones diferentes a las nuestras, aceptar esto y actuar de acuerdo a ello.
Cuando una persona posee poca empatía, su comportamiento tiende a ser egoísta. Es incapaz de entender las emociones, problemas y actuaciones de los demás.
Seguro que esto os suena a más de uno, bien porque tendéis a actuar así o bien porque conocéis a alguien que actúa así con vosotros.
Pero calma, la empatía, como el resto de habilidades sociales se puede entrenar, modificar y mejorar (hablamos siempre de personas sin psicopatologías).
¿Para qué se debería entrenar? Para mejorar como personas, para mejorar nuestras relaciones con los demás y para vivir más relajados. Cuando se piensa que los demás deberían pensar o actuar como lo haríamos nosotros, nos agobiamos. 
Habría que cambiar el “no entiendo por qué hace esto” por una pregunta: “¿hago algo para entenderlo?”
Ha de quedar claro que el comprender el punto de vista de otra persona, el probarse sus zapatos, no implica que te los tengas que quedar. No se trata de que cambies tus creencias y que adoptes las suyas. La cuestión es que seas capaz de comprender que actúa de forma diferente porque (por lo que sea, por su historia, por sus experiencias) piensa diferente, y debes respetarlo.

La mejor manera de trabajar la empatía sería acudir al psicólogo, pues la capacidad empática se compone de varias habilidades. Un psicólogo valoraría cuáles posees, cuales no y cuáles se pueden mejorar.
De todas formas, hay tres pautas básicas para mejorar un poquito nuestra empatía:
  1. Aprende a ver y escuchar: no se trata sólo de lo que te cuentan, sino de cómo te lo cuentan. Atiende a los gestos, posturas, tono de voz… todo esto puede comunicar más que lo que te están contando con palabras.
  2. Practica la escucha activa: cuando alguien te cuente su problema o su punto de vista, intenta no pensar en cómo TÚ te sentirías, actuarías o pensarías. La clave es que te preguntes: “sabiendo cómo es él/ella y sus circunstancias, ¿cómo me sentiría?"
  3. Evita interrumpir: si quieres meterte en la situación has de dejar que la persona se exprese, no le cortes, no le coartes, no le juzgues.



jueves, 10 de abril de 2014

"Lo que se les dé a los niños, los niños darán a la sociedad." Karl A. Menninger.



El otro día me comentaba un amigo que hacía unos meses había retomado sus entrenamientos de natación y había vuelto a iniciarse en competición. La había abandonado hace unos 9 años. Le pregunté por qué lo había dejado, ya que, viendo que está consiguiendo logros importantes, es bueno. Me explicó que fue a causa del entrenador. No les trataba bien, les sometía a mucha presión. Hizo que los chavales perdieran las ganas y la motivación.
Podría haber cambiado de equipo, pensaréis. Ya, pero ¿os imagináis con 15 años y hastiados de todo y todos? ¿Creéis que es sencillo que resurja la pasión por el deporte?

Hoy voy a hablaros de algunas habilidades que debería poseer un buen entrenador en deporte base. Porque esta etapa es esencial para generar el enganche al deporte. Es decisiva para que el niño empiece a amar el deporte o para que acabe odiándolo.

El principal objetivo del deporte en las edades más tempranas no es obtener buenos resultados, sino que los niños aprendan valores y se diviertan. Y puestos a aprender, pueden adquirir tanto valores positivos como negativos, por ello el entrenador ha de ser una figura ejemplar. Un modelo de conducta. Un referente.
Debe buscar el aprendizaje de la disciplina, la motivación, la interacción social y el disfrute con la actividad. Un planteamiento lúdico no está reñido con la seriedad de los entrenamientos y competiciones.

El entrenador debería centrarse en los aspectos positivos y resaltarlos. Debe evitar darle protagonismo a los fallos y castigar. Un error se corrige, no se castiga.
Por supuesto nada de gritos. Debe dirigir el grupo de manera democrática, no autoritaria. El estilo democrático se basa en: corregir, no castigar; dialogar, no ordenar; saber elogiar y reconocer logros.
Una buena manera de fomentar y fijar conductas a estas edades es establecer una economía de fichas. Esto es, dar una serie de puntos por actividad realizada correctamente (uniforme cuidado, vestuario ordenado, material recogido, puntualidad…) y, al llegar a X puntos, hay una recompensa.

La comunicación del entrenador con los niños ha de ser coherente y clara. La comunicación verbal no puede estar en disonancia con la no verbal. No puedes decirle al niño que una determinada jugada o ejercicio estuvo bien y que tu cara, tono de voz, gestos… indiquen lo contrario. Las directrices que se den han de ser cortas y sencillas, sobretodo en los partidos o competición.

Por último, el entrenador ha de ser una figura que transmita seguridad. Ésta se transmite controlando la dificultad de las tareas que tienen que hacer los niños (pedir un ejercicio para el que aún no están preparados y que fallen, va a generarles inseguridad en sus habilidades y va a tocar su confianza). También preparando bien las competiciones: hablarles de los rivales, establecer jugadas, ensayar posiciones… Otra manera de transmitir seguridad es mediante el establecimiento de rutinas. Rutinas de entrenamiento, de pre-competición, de competición y de post-competición.

En resumen, el entrenador en deporte base tiene una función más que relevante. Me he centrado en su rol, pero no me olvido del de los padres, cuyo papel es igual de importante a la hora de que el niño se enganche o no al deporte. Que el niño adquiera disciplina, voluntad y dedicación no se va a lograr por la fuerza, sino educándole. Al igual que se forman en el cole, se pueden formar en el deporte.











jueves, 3 de abril de 2014

"Tanto si piensas que puedes, como si piensas que no puedes, estás en lo cierto." Henry Ford.


La figura del psicólogo deportivo está cobrando relevancia en la actualidad, aunque generalmente se suele asociar al fútbol.
Si he de ser sincera, lo que me encanta de la psicología deportiva es que abarca un montón de ámbitos de actuación. Desde el deporte base hasta el de ocio y tiempo libre. Cualquier campo que implique un entrenamiento físico necesita el plus del entrenamiento mental. Siempre podremos aportar algo para ayudar al deportista o/y al club/equipo a optimizar su rendimiento.
Me centraré esta vez en el trabajo con el deportista. Son varias las habilidades mentales que podemos trabajar, se compita o no. Hablaremos de las más comunes:
  • Atención y concentración: la capacidad de obviar los estímulos externos e internos y mantener nuestra atención en la tarea. ¿Recordaís a Verdasco perdiendo los nervios ante Gasquet en el torneo de Niza en 2010?
  • Motivación: mantener las metas. Encaminar nuestros actos al logro de los objetivos marcados. Evitar caer en la desidia. Por muy trabajadas que tengas todas la habilidades mentales y físicas, si no existe una motivación, no vas a lograr los resultados que quieres.
  • Confianza: creer en tus capacidades. Creer en tus habilidades. Creer en ti. Poned en Youtube: “Zidane mejores jugadas” y sabréis de lo que hablo.
  • Nivel de activación: tan perjudicial es un alto nivel como uno bajo. Estar excesivamente “nervioso” nos afecta tan negativamente como estar extremadamente “relajado”. Se puede trabajar cómo lograr el nivel más óptimo para conseguir nuestro objetivo.


¿Con qué deportistas podemos trabajar? CON TODOS. Futbolistas, tenistas, nadadores, corredores, triatletas, golfistas, ciclistas, jugadores de hockey, jugadores de basket, gimnasia rítmica, volley… TO-DOS.
La psicología deportiva puede meter mano en cualquier disciplina deportiva. Y ella puede marcar la diferencia entre un resultado ordinadario y un resultado excelente.