La empatía es una habilidad social que se comienza a
desarrollar desde la infancia. La correcta educación emocional de los padres es
clave en el buen desarrollo de ésta habilidad.
Ignorar las emociones de un niño o hacer que las reprima, (“deja
de llorar”, “no te pongas así”, “no te rías tanto”, “los niños no lloran”…)
hará que el niño aprenda a ignorar sus sentimientos y los de los demás.
En cambio, si se le atiende y se les regula emocionalmente,
aprenderán a reconocer y gestionar sus propias emociones y las de los demás, dándose así
los primeros pasos para el inicio del desarrollo de la capacidad empática.
Centrándonos en el contexto de las relaciones
interpersonales, la empatía sería la capacidad de ponerse en el lugar del otro.
Esto es, darse cuenta de que las demás personas tienen creencias, deseos,
emociones o intenciones diferentes a las nuestras, aceptar esto y actuar de
acuerdo a ello.
Cuando una persona posee poca empatía, su comportamiento
tiende a ser egoísta. Es incapaz de entender las emociones, problemas y
actuaciones de los demás.
Seguro que esto os suena a más de uno, bien porque tendéis a
actuar así o bien porque conocéis a alguien que actúa así con vosotros.
Pero calma, la empatía, como el resto de habilidades
sociales se puede entrenar, modificar y mejorar (hablamos siempre de personas
sin psicopatologías).
¿Para qué se debería entrenar? Para mejorar como personas, para mejorar nuestras relaciones con los demás y para vivir más
relajados. Cuando se piensa que los demás deberían pensar o actuar como lo
haríamos nosotros, nos agobiamos.
Habría que cambiar el “no entiendo por qué
hace esto” por una pregunta: “¿hago algo para entenderlo?”
Ha de quedar claro que el comprender el punto de vista de
otra persona, el probarse sus zapatos, no implica que te los tengas que quedar.
No se trata de que cambies tus creencias y que adoptes las suyas. La cuestión
es que seas capaz de comprender que actúa de forma diferente porque (por lo que
sea, por su historia, por sus experiencias) piensa diferente, y debes
respetarlo.
La mejor manera de trabajar la empatía sería acudir al
psicólogo, pues la capacidad empática se compone de varias habilidades. Un psicólogo
valoraría cuáles posees, cuales no y cuáles se pueden mejorar.
De todas formas, hay tres pautas básicas para mejorar un
poquito nuestra empatía:
- Aprende a ver y escuchar: no se trata sólo de lo que te cuentan, sino de cómo te lo cuentan. Atiende a los gestos, posturas, tono de voz… todo esto puede comunicar más que lo que te están contando con palabras.
- Practica la escucha activa: cuando alguien te cuente su problema o su punto de vista, intenta no pensar en cómo TÚ te sentirías, actuarías o pensarías. La clave es que te preguntes: “sabiendo cómo es él/ella y sus circunstancias, ¿cómo me sentiría?"
- Evita interrumpir: si quieres meterte en la situación has de dejar que la persona se exprese, no le cortes, no le coartes, no le juzgues.


