El otro día me comentaba un amigo que hacía unos meses había
retomado sus entrenamientos de natación y había vuelto a iniciarse en competición.
La había abandonado hace unos 9 años. Le pregunté por qué lo había dejado, ya que,
viendo que está consiguiendo logros importantes, es bueno. Me explicó que fue a
causa del entrenador. No les trataba bien, les sometía a mucha presión. Hizo que
los chavales perdieran las ganas y la motivación.
Podría haber cambiado de equipo, pensaréis. Ya, pero ¿os imagináis
con 15 años y hastiados de todo y todos? ¿Creéis que es sencillo que resurja la
pasión por el deporte?
Hoy voy a hablaros de algunas habilidades que debería poseer
un buen entrenador en deporte base. Porque esta etapa es esencial para generar
el enganche al deporte. Es decisiva para que el niño empiece a amar el deporte o
para que acabe odiándolo.
El principal objetivo del deporte en las edades más
tempranas no es obtener buenos resultados, sino que los niños aprendan valores
y se diviertan. Y puestos a aprender, pueden adquirir tanto valores positivos
como negativos, por ello el entrenador ha de ser una figura ejemplar. Un modelo
de conducta. Un referente.
Debe buscar el aprendizaje de la disciplina, la motivación,
la interacción social y el disfrute con la actividad. Un planteamiento lúdico
no está reñido con la seriedad de los entrenamientos y competiciones.
El entrenador debería centrarse en los aspectos positivos y
resaltarlos. Debe evitar darle protagonismo a los fallos y castigar. Un error
se corrige, no se castiga.
Por supuesto nada de gritos. Debe dirigir el grupo de manera
democrática, no autoritaria. El estilo democrático se basa en: corregir, no
castigar; dialogar, no ordenar; saber elogiar y reconocer logros.
Una buena manera de fomentar y fijar conductas a estas
edades es establecer una economía de fichas. Esto es, dar una serie de puntos
por actividad realizada correctamente (uniforme cuidado, vestuario ordenado,
material recogido, puntualidad…) y, al llegar a X puntos, hay una recompensa.
La comunicación del entrenador con los niños ha de ser
coherente y clara. La comunicación verbal no puede estar en disonancia con la
no verbal. No puedes decirle al niño que una determinada jugada o ejercicio estuvo bien y que tu cara,
tono de voz, gestos… indiquen lo contrario. Las directrices que se den han de
ser cortas y sencillas, sobretodo en los partidos o competición.
Por último, el entrenador ha de ser una figura que transmita
seguridad. Ésta se transmite controlando la dificultad de las tareas que tienen
que hacer los niños (pedir un ejercicio para el que aún no están preparados y
que fallen, va a generarles inseguridad en sus habilidades y va a tocar su
confianza). También preparando bien las competiciones: hablarles de los
rivales, establecer jugadas, ensayar posiciones… Otra manera de transmitir
seguridad es mediante el establecimiento de rutinas. Rutinas de entrenamiento,
de pre-competición, de competición y de post-competición.
En resumen, el entrenador en deporte base tiene una función
más que relevante. Me he centrado en su rol, pero no me olvido del de los
padres, cuyo papel es igual de importante a la hora de que el niño se enganche
o no al deporte. Que el niño adquiera disciplina, voluntad y dedicación no se
va a lograr por la fuerza, sino educándole. Al igual que se forman en el cole,
se pueden formar en el deporte.

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