miércoles, 25 de junio de 2014

"La tarea de un líder es llevar a su gente de donde está hasta donde no haya llegado jamás". Henry A. Kissinger.


Un equipo es un grupo de personas con algún obetivo común y, como tal, es necesario que alguien los dirija. No se trata sólo de entrenarles físicamente, sino que hay que sacar lo mejor de ellos, hacer que trabajen en equipo y que el grupo tenga sinergia. Siempre hay quien de manera natural sabe dirigir un grupo, bien sea porque posee unas habilidades innatas para que le sigan (carisma, talento, inteligencia...) o bien porque el grupo lo erige como tal. En el caso de los equipos deportivos, el entrenador es un líder “impuesto”. Es por ello que debe ser alguien bien preparado y formado, y no me refiero sólo al ámbito técnico y táctico, que se da por hecho, sino también al psicológico.
Un buen entrenador es un líder. Hace equipo. Logra objetivos.
No voy a centrarme en los estilos de liderazgo, sino que en esta ocasión voy a hablar de la importancia que tiene el ser un buen líder y el preocuparse de formarse por serlo (o mejorar).
Cuando se dirige el grupo con eficacia todo el equipo se ve beneficiado; aumenta el rendimiento y se mejoran los resultados. También mejoran las relaciones personales entre los compañeros y se transmite entusiasmo y ganas de trabajar.

¿Qué hace un buen líder?

- Trata a los jugadores con respeto: ridiculizar o humillar no es ninguna herramienta motivadora o correctiva. No es necesario faltar al respeto para parecer creíble. De hecho, normalmente esta forma de actuar hace que se obedezca por temor, en vez de por convicción en el entrenador. Se deben evitar los mensajes negativos o centrarse en reñir al jugador. No es lo mismo decir “estamos perdiendo muchos balones en el centro del campo” que “sois penosos, aquí no trabaja ni Dios, si seguís en este plan estamos jodidos.”. Corrige lo que se hace mal, no insultes o humilles. No eres creíble si buscas dejar mal a tus jugadores.

- Manda mensajes positivos: es el primero que tiene que creer en su equipo. Debe reforzar, agradecer y elogiar aquello que quiere que se repita. Así está generando confianza y seguridad en sus jugadores (“sí se puede”, “estamos preparados”, “CONFIO EN VOSOTROS”…).

- Tiene autoncotrol: por muy alterado que esté, un buen líder sabe medir sus palabras. Sabe gestionar sus emociones y cómo mantener la calma. Si en momentos de tensión se eligen mensajes equivocados, se obtendrán resultados no deseados. También debe ser capaz de separar el ámbito personal del deportivo. Todos los jugadores deben ser tratados igual, sin favoritismos y sin hostilidades.

- Saca la cara por su equipo: los problemas del vestuario se arreglan en el vestuario. Un entrenador que no apoye a su equipo, terminará por recoger eso que siembra. Un grupo se apoya en las duras y las maduras.

- Escucha: el líder dirige, sí, toma decisiones, sí, pero también sabe que lo que tienen que decir los demás es importante. La opinión del grupo siempre es enriquecedora, y por ello debe fomentar la iniciativa y participación de todo el equipo.

- Tiene empatía: debe saber detectar si los suyos están bien o mal. Tiene que estar al loro de cómo se sienten sus jugadores y ser comprensivo y flexible. Se supone que ha sido jugador antes de llegar a entrenar, no debe olvidarse de ello.

- Sabe adaptarse: los equipos no son iguales y las situaciones tampoco. No vale lo mismo para todo y todos. Habrá equipos más o menos disciplinados, más o menos agradables, más o menos profesionales… así como situaciones de pretemporada, de competición, de entrenamiento… El líder sabe adaptar su forma de dirigir a los jugadores y las situaciones para lograr obtener el mejor rendimiento.

- Tiene pasión por su trabajo: un buen líder está motivado y sabe motivar. Transmite optimismo y contagia energía positiva. Debe amar a sus jugadores y ser respetuoso con todo su cuerpo técnico.

- Sabe sacar lo mejor de sus jugadores: tiene la suficiente paciencia, rigor y profesionalidad como para saber qué puede exigir a cada jugador. Debe confiar en ellos y apoyarles para hacerles mejores de lo que son.

- Es un modelo de conducta: este punto es muy importante. Difícilmente se va a poder exigir un comportamiento determinado si el entrenador es el primero que no lo muestra. El líder debe mostrar siempre una conducta intachable y disciplinada. Su forma de relacionarse con los rivales, su forma de responder ante las críticas, su manera de dirigirse al cuerpo técnico, su manera de gestionar las crisis… todo será observado con lupa, por ello debe saber cómo responder de forma elegante y profesional.

Todo esto son habilidades que se adquieren. Se pueden entrenar y mejorar. Un buen líder sabe sus carencias y sabe qué hacer para superarlas. Un entrenador que se preocupa por ser un buen líder, mediante la formación o el asesoramiento, siempre va a obtener mejores resultados que aquellos que optan por mantener una visión más clásica (trasmitir técnicas y punto) en cuanto a la dirección de equipos.

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