miércoles, 26 de marzo de 2014

- ¿Conoce usted esos días en los que se ve todo de color rojo?
- ¿Color rojo? Querrá decir negro.
- No, se puede tener un día negro porque una se engorda o porque ha llovido demasiado, estás triste y nada más. Pero los días rojos son terribles, de repente se tiene miedo y no se sabe por qué. En esos momentos lo único que me viene bien es ir a Tiffany’s, porque nada malo me puede ocurrir allí.
Desayuno con diamantes.


Para esos días de desánimo que todos tenemos, esos días en los que el trabajo ha ido mal, el entrenamiento no ha salido como pretendíamos, el plan del día se nos ha chafado o lo que sea… os propongo 10 pildoritas que pueden, no cambiar lo que ha ocurrido, pero sí hacer que dejéis de darle vueltas. Porque un mal día lo tiene cualquiera, y no por ello debemos castigarnos.

1.  Pon música. Música que te anime. ¿Sabes esa canción "tonta" que hace que sin querer muevas rítmicamente un pie o la cabeza? PONLA.
2.  ¡BAILA! Sí, déjate llevar. ¿Qué hay de malo? Pégate un baile por casa, ¡¡canta!!
3. COMPARTE un café con alguien. Todos tenemos a alguien con quien nos sentimos seguros. Queda con esa persona e invítala a un café, una caña o lo que os apetezca. ¿Que hay mucha distancia física? ¿Qué tal si lo compartís vía Skype?
4. Compra o recoge flores. No hace falta que te dejes un dineral. Hay plantas en flor preciosas y muy económicas. ALEGRA TU ENTORNO.
5. RELÁJATE. Y no, no me refiero a que te sientes en la postura del loto y hagas inspiraciones. Sal a correr, vete a nadar (subestimamos el silencio de la piscina, creo yo), reposa tranquilamente en el sofá mientras ves tu película o serie favorita… se trata de relajar tu cuerpo, sea de la manera que sea…
6. Aléjate. Si existe un cúmulo de problemas, puede ser buena idea que cojas el coche y te vayas a algún lugar, tú solo, a pensar, a dedicarte tiempo. También puedes optar por caminar hasta algún rincón tranquilo. BUSCA TUS ESPACIOS.
7.  Date una ducha larga o pégate un baño. Pon música y DISFRUTA del agua
8.  Date un capricho en la cena. ¿Una copa de vino? ¿Un postre rico? ¿Una cena diferente? MÍMATE un poco.
9.Da un ABRAZO y deja que te abracen.
10. Recuerda en la cama que un mal día no significa una mala vida. Todo pasa y mañana tenemos una nueva oportunidad para volver a empezar. CONFÍA EN TI.

Happy - Pharrell Williams

miércoles, 19 de marzo de 2014

"En verdad, si no fuera por la música, habría más razones para volverse loco." Piotr Ilich Tchaikovsky.

Me encanta la música. La adoro de hecho. Como casi todo el mundo, supongo. 
Escucho prácticamente todos los géneros que existen (pop, rock, indie, funky, folk, salsa, bachata, jazz, ópera...) y en todos encuentro alguna melodía que me enamora un poco. En todos.
Cuando digo que escucho música clásica, normalmente, suelen decirme: “Ah! Para estudiar y cosas así, ¿no? Para relajarte.” Creo que en contadas ocasiones he escuchado una obra de este tipo para relajarme.
La obertura de Carmen, de Bizet, por ejemplo, me alegra, me sube el ánimo y me da ganas de hacer cosas. Podría ser un buen ejemplo de música para motivar.
Cuando estoy trabajando es habitual que tenga de fondo a Bach o Häendel. La música barroca, en su mayoría, favorece la emisión de ondas Alfa, que están relacionadas con la concentración, atención, relajación, memoria, el aprendizaje y la creatividad.

Durante el ejercicio soy muy partidaria de establecer listas de reproducción que vayan aumentando el ritmo, pues nuestro cuerpo (frecuencia cardíaca, respiración, presión arterial...) y nuestros movimientos, tienden a sincronizarse con la música. En estos casos puedo escuchar desde salsa hasta música house. Cualquier tema que anime y cuyo ritmo sea adecuado a la actividad, es bienvenido.
La música durante la actividad física, además, tiene la capacidad de reducir la sensación de esfuerzo. Nos distrae. También favorece la ejecución de movimientos más efectivos y una oxigenación más eficiente.
En lo que se refiere a la música a la hora de motivar, hay que tener sumo cuidado con los temas que se eligen. Está muy de moda que los entrenadores utilicen esta estrategia antes de un partido. Por una parte, es una buena estrategia, pues la música favorece la cohesión del equipo, la sensación de unidad como grupo. Pero también puede aumentar la activación de los jugadores y, por tanto, incrementar su nivel de ansiedad en competición.

Otra utilidad de la música es la expresión de sentimientos. A mí me cuesta bastante llorar. Esto no está bien, ni es admirable, la verdad, pues las lágrimas son necesarias. Tienen un efecto terapéutico importante. Al igual que sonreímos cuando estamos alegres, deberíamos poder/saber llorar cuando una situación nos resulta triste. El llanto es calmante y liberador, cuando dejamos salir las lágrimas, estamos descargando adrenalina y noradrenalina, hormonas que están relacionadas con el estrés.
Hay composiciones, arias, canciones… que me hacen llorar. No fallan. Son redentoras. Os doy como ejemplos el cuarto movimiento de la sinfonía número 5 de Mahler y el primer movimiento del concierto para violonchelo (Op. 85) de Elgar.

Por supuesto, lo que te hace sentir la obra o canción está condicionado a la situación anímica y ambiental en la que la escuchas por primera vez y a lo que te hace o te hizo sentir. Una canción que nos resulta alegre y motivadora, puede pasar a entristecernos o hacernos llorar cuando la persona o situación a la que la asociamos, desaparece. Con esto voy a que lo que a mi me puede resultar conmovedor, a otra persona puede no producirle nada, y viceversa.

No trato de hacer una recomendación de música con este post, todos tenemos nuestros gustos. Aunque sí creo que no deberíamos ser intransigentes ni radicales en este aspecto. Deberíamos ser flexibles y abiertos. Hay tesoros musicales por ahí que os dejarían fascinados.
Mi idea es que seamos conscientes del efecto que tiene Ella sobre nosotros. Que es mayor del que pensamos. Influye sobre el sistema nervioso, provocando efectos sedantes o estimulantes, ayuda a mejorar la atención y memoria sostenida, facilita el aprendizaje, ayuda a la imaginación a fluir y favorece la creatividad, nos ayuda a expresar emociones que pueden estar ocultas, a comunicar sentimientos,  nos motiva y nos mueve a hacer algo, nos une como grupo y nos diferencia como individuos.
Anímate a explorar nuevos sonidos y a observar lo que te hacen sentir. La música fomenta el autoconocimiento. Es mucho más que una sucesión de notas. Ya lo dijo Beethoven: "La música constituye una revelación más alta que ninguna filosofía.".

jueves, 13 de marzo de 2014

"Si quieres cambiar al mundo, cámbiate a ti mismo." Mahatma Gandhi.


En los años 70 un señor llamado Martin Seligman realizó un experimento del que se obtuvieron conclusiones muy interesantes.
En una primera fase del experimento, metió a un perro en una gran jaula en la que recibía pequeñas descargas cada poco segundos y de la cual no podía escapar. Otro perro fue sometido a las mismas condiciones, pero con una variante, podía escapar de la jaula accionando un panel con el morro.
En la segunda fase del experimento ambos canes fueron metidos en una jaula electrificada de la que podían escapar saltando una pequeña pared.
El perro que había aprendido a accionar el panel cuando había descargas, escapaba al poco. El otro, en cambio, permanecía pasivo, no hacía esfuerzos por huir.

A esto lo llamó indefensión aprendida. Si aplicamos este concepto a la conducta humana, nos encontramos ante el hecho de haber aprendido a comportarnos pasivamente en una situación aversiva. No se reacciona a pesar de que existen oportunidades reales de cambiar esa situación.
Muchas personas son como el primer perro. Soportan una situación que no les agrada a pesar de poder cambiarla. ¿Por qué? Habituación, aprendizaje o, hablando en plata, la costumbre. Nos acostumbramos a ver las cosas de una determinada manera. Puede ser por negarnos a ver y aceptar lo evidente (no te quiere, no te valora, no te aprecia…), por temor cambio (“¿qué voy a hacer?” “¿cómo lo voy a hacer?” “no sé hacerlo”), o porque creemos realmente que no podemos cambiar las cosas (“no se puede hacer nada” “soy así” “no vale la pena”). Pero no esto no es cierto, hay opciones.
Siempre hay alternativas a nuestras actitudes y nuestros pensamientos, sea cuál sea la situación (laboral, sentimental, académica…) que nos genera insatisfacción, aunque de primeras no se nos ocurran o no las veamos, ya que la autocompasión hace que no veamos más caminos que el que llevamos.
Si no estás satisfecho contigo, con tu comportamiento, con lo que estás obteniendo, ¿por qué no te atreves a luchar por lo que quieres? ¿Qué estás esperando?
Cambiar cuesta. Ver otras opciones, cuesta. Modificar el camino, cuesta. Es un proceso que requiere esfuerzo y constancia. Es algo que hay que ir haciendo cada día. Pequeños pasitos diarios, nos llevarán al gran cambio.
Elegir cambiar, ya es el primer paso para el cambio. Es un gran paso, porque implica que te has quitado de la cabeza la losa de “no puedo hacer nada, las cosas son así”. El siguiente gran paso es creértelo. Creer que puedes cambiar las cosas. Porque así es. No de un día para otro, pero sí poco a poco, trabajando cada día. Como en todo, los resultados, el éxito, es cuestión de trabajo. Y sí, puede ser que en ese proceso de cambio se pase un poco mal, no vamos a vender un  camino de rosas. Pero siempre será mejor un mal día en el camino que un camino completamente malo. Has de pensar en ti y en los beneficios a largo plazo, no a corto plazo.
Si de verdad quieres algo y no vas encaminado a ello, más te vale cambiar el sendero, porque quedarte quieto en tu jaula, recibiendo descargas, no te va a llevar a nada mejor.

Déjate de excusas. Arriésgate, valora, ELIGE.