miércoles, 19 de marzo de 2014

"En verdad, si no fuera por la música, habría más razones para volverse loco." Piotr Ilich Tchaikovsky.

Me encanta la música. La adoro de hecho. Como casi todo el mundo, supongo. 
Escucho prácticamente todos los géneros que existen (pop, rock, indie, funky, folk, salsa, bachata, jazz, ópera...) y en todos encuentro alguna melodía que me enamora un poco. En todos.
Cuando digo que escucho música clásica, normalmente, suelen decirme: “Ah! Para estudiar y cosas así, ¿no? Para relajarte.” Creo que en contadas ocasiones he escuchado una obra de este tipo para relajarme.
La obertura de Carmen, de Bizet, por ejemplo, me alegra, me sube el ánimo y me da ganas de hacer cosas. Podría ser un buen ejemplo de música para motivar.
Cuando estoy trabajando es habitual que tenga de fondo a Bach o Häendel. La música barroca, en su mayoría, favorece la emisión de ondas Alfa, que están relacionadas con la concentración, atención, relajación, memoria, el aprendizaje y la creatividad.

Durante el ejercicio soy muy partidaria de establecer listas de reproducción que vayan aumentando el ritmo, pues nuestro cuerpo (frecuencia cardíaca, respiración, presión arterial...) y nuestros movimientos, tienden a sincronizarse con la música. En estos casos puedo escuchar desde salsa hasta música house. Cualquier tema que anime y cuyo ritmo sea adecuado a la actividad, es bienvenido.
La música durante la actividad física, además, tiene la capacidad de reducir la sensación de esfuerzo. Nos distrae. También favorece la ejecución de movimientos más efectivos y una oxigenación más eficiente.
En lo que se refiere a la música a la hora de motivar, hay que tener sumo cuidado con los temas que se eligen. Está muy de moda que los entrenadores utilicen esta estrategia antes de un partido. Por una parte, es una buena estrategia, pues la música favorece la cohesión del equipo, la sensación de unidad como grupo. Pero también puede aumentar la activación de los jugadores y, por tanto, incrementar su nivel de ansiedad en competición.

Otra utilidad de la música es la expresión de sentimientos. A mí me cuesta bastante llorar. Esto no está bien, ni es admirable, la verdad, pues las lágrimas son necesarias. Tienen un efecto terapéutico importante. Al igual que sonreímos cuando estamos alegres, deberíamos poder/saber llorar cuando una situación nos resulta triste. El llanto es calmante y liberador, cuando dejamos salir las lágrimas, estamos descargando adrenalina y noradrenalina, hormonas que están relacionadas con el estrés.
Hay composiciones, arias, canciones… que me hacen llorar. No fallan. Son redentoras. Os doy como ejemplos el cuarto movimiento de la sinfonía número 5 de Mahler y el primer movimiento del concierto para violonchelo (Op. 85) de Elgar.

Por supuesto, lo que te hace sentir la obra o canción está condicionado a la situación anímica y ambiental en la que la escuchas por primera vez y a lo que te hace o te hizo sentir. Una canción que nos resulta alegre y motivadora, puede pasar a entristecernos o hacernos llorar cuando la persona o situación a la que la asociamos, desaparece. Con esto voy a que lo que a mi me puede resultar conmovedor, a otra persona puede no producirle nada, y viceversa.

No trato de hacer una recomendación de música con este post, todos tenemos nuestros gustos. Aunque sí creo que no deberíamos ser intransigentes ni radicales en este aspecto. Deberíamos ser flexibles y abiertos. Hay tesoros musicales por ahí que os dejarían fascinados.
Mi idea es que seamos conscientes del efecto que tiene Ella sobre nosotros. Que es mayor del que pensamos. Influye sobre el sistema nervioso, provocando efectos sedantes o estimulantes, ayuda a mejorar la atención y memoria sostenida, facilita el aprendizaje, ayuda a la imaginación a fluir y favorece la creatividad, nos ayuda a expresar emociones que pueden estar ocultas, a comunicar sentimientos,  nos motiva y nos mueve a hacer algo, nos une como grupo y nos diferencia como individuos.
Anímate a explorar nuevos sonidos y a observar lo que te hacen sentir. La música fomenta el autoconocimiento. Es mucho más que una sucesión de notas. Ya lo dijo Beethoven: "La música constituye una revelación más alta que ninguna filosofía.".

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